Esta celebración corresponde al día 13 de septiembre de 1810, fecha en que apareció en la Gazeta de Buenos Aires, un artículo titulado “Educación”, firmado con el seudónimo Veritas, y casi con certeza redactado por el Dr. Mariano Moreno. En la nota se exhortaba a numerosos patriotas a la donación de libros e informaba acerca de la orden de la Primera Junta de Gobierno de la creación de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, después transformada en Biblioteca Nacional, por lo cual esta fecha reviste, sin lugar a dudas, un gran valor histórico y cultural.
El Día del Bibliotecario fue establecido en la Argentina por el Congreso de Bibliotecarios reunidos en Santiago del Estero en el año 1942 e instituido a nivel nacional, hace cincuenta años, mediante sanción del Decreto N° 17.650/54, como homenaje a los bibliotecarios.
El oficio del bibliotecario se encuentra indisolublemente unido al origen del libro como producto cultural que contiene el registro gráfico del conocimiento y como medio de comunicación a largo plazo. En el primer caso encontramos al bibliotecario como guardián de libros y, en el segundo, como su organizador, proveedor y facilitador, por consiguiente, como profundo conocedor de sus contenidos, dando como resultado dos extremos entre los que oscila el oficio: inquisidor y erudito.
DIA DE LAS BIBLIOTECAS POPULARES
(23 DE SEPTIEMBRE)
La Ley 419 del 23 de septiembre de 1870, propiciada por Domingo Faustino Sarmiento dio origen a la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares con el propósito de fomentar la creación y desarrollo de estas instituciones, constituidas por asociaciones de particulares con la finalidad de difundir el libro y la cultura en todo el país.
El 7 de agosto de 1986, fecha de sanción de la Ley 23351de Bibliotecas Populares la entidad recibe la nueva denominación adoptando la sigla CONABIP.-
Una Biblioteca Popular es una asociación civil, autónoma, creada por la vocación solidaria de un grupo de vecinos de localidad o barrio -dirigida y sostenida básicamente por sus socios- con el fin de brindar información, educación, recreación y animación socio-cultural mediante una colección bibliográfica y multimedial de carácter general, y abierta a todo público.
Sarmiento no sólo hizo una intensa campaña explicando la importancia de las bibliotecas, sino que se preocupó por impulsar su formación en todo el país, además de empeñarse en dotarlas de instrumentos legales que garantizaran del Estado a las mismas. La visión de Sarmiento era amplia en el espacio y también en el tiempo. Las bibliotecas no sólo debían crearse: tenían que crecer y actualizarse.
Sarmiento no sólo pensó en bibliotecas del siglo XIX: se anticipó a las del siglo XX e intuyó algunos de los elementos que conforman a las del siglo XXI. Imaginó el uso del teléfono, no sólo como medio para acercar la biblioteca al lector, sino para establecer vínculos a la distancia entre bibliotecas. Definió criterios para la selección de libros y discutió hasta el enojo con los que expuso Juan María Gutiérrez.
Pensó que las bibliotecas tenían que incluir libros útiles y amenos; láminas, mapas, objetos. Para Sarmiento una biblioteca era un organismo vivo, un enorme árbol con sólidas raíces y robusto tronco capaces de soportar una frondosa copa. Pero también se ocupó y se preocupó por el detalle, por esas cosas de aparente pequeñez que hacen a la mejora de las bibliotecas: la prolijidad, el aseo, el orden.
Lector en bibliotecas, fundador y organizador de ellas, conocedor de muchas bibliotecas en varios países de América y Europa, Sarmiento escribió unos consejos que, trascurrido más de un siglo, hoy siguen teniendo vigencia.
Estos son los consejos de Sarmiento:
1º Todo libro merece leerse.
2º Principiad por el principio y leedlo de punta a cabo.
3º Leed con atención, de modo que cuando os lo pidan, podáis decir de que se trata, y si algún buen consejo contiene, ponedlo en práctica.
4º Un solo libro bien leído, os dará más bien que el recorrer a la ligera las páginas y mirar láminas de quinientos libros.
5º Usad el libro con cuidado, de modo que al volverlo, nadie pueda decir que vuelve en peor estado.
¿Cómo se puede hacer uso de un libro sin desmejorarlo?
Poniendo en práctica estas siete indicaciones:
1ª Nunca tomes un libro con manos sucias.
2ª Nunca mojes el dedo para volver una hoja.
3ª Nunca pongas el libro en la boca.
4ª Nunca ajes las esquinas.
5ª Nunca dobles una página para señal.
6ª Nunca dejes el libro abierto.
7ª Nunca lo dejes sino en lugar seguro.
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